domingo, 29 de noviembre de 2009

Gustavo Adolfo Bécquer

Volverán las oscuras golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala en sus cristales

jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

Esas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez en la tarde, aún más hermosas

sus flores se abrirán;

pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer, como lágrimas del día...

Esas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido... desengáñate...

¡Así no te querrán!





Asomaba a sus ojos una lágrima

Asomaba a sus ojos una lágrima,


y a mi labio una frase de perdón.

Habló el orgullo y enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro,

pero al pensar en nuestro mutuo amor

yo digo aún: «¿Por qué callé aquel día?».

Y ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?».



No pudo ser

Tú eras el huracán, y yo la alta


torre que desafía su poder;

¡tenías que estrellarte o abatirme!...

¡No pudo ser!

Tú eras el Océano, y yo la enhiesta

roca que firme aguarda su vaivén;

¡tenías que romperme o que arrancarme!...

¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados

uno a arrollar, el otro a no ceder;

la senda estrecha, inevitable el choque...

¡No pudo ser!